Vicuña y Gabriela Mistral

De repente al pueblo de Vicuña, un poco triste y medio dormido, alguien lo hizo vivir un sueño que fue verdadero. Nadie lo miraba. Tampoco casi nunca, por gusto, lo visitaban. Tal vez por eso se había escondido desde siempre en el Norte Chico de Chile, con el Elqui, su único río, su valle, sus chirimoyas, su pisco, sus almendras anchas. Porque el Norte Chico, donde vive Vicuña, no se decide a ser árido y seco como el desierto grande; su vecino de más al norte tampoco es fértil como los valles de la extensa agricultura que comienza en su deslinde más al sur.

No es que las cosas hubieran cambiado en el pueblo de Vicuña. Porque allí estaban como siempre las casas todas iguales puestas en fila. La plaza mayor atada a su iglesia con santos, velas y flores. Las calles polvorientas por los coches con caballos que de vez en cuando por allí pasaban. Muy poca gente vivía en Vicuña y nunca acontecía nada o casi nada.

Pero un día de abril del año 1889 nació allí una niña, Lucila Godoy, conocida más tarde por el mundo con el nombre de Gabriela Mistral. Vicuña vio a la niña crecer, jugar en sus plazas, correr cada mañana por sus calles para llegar a tiempo a la escuela rural. También la veía hacerse de amigas que, jugando a las rondas, anunciaban que "todas iban a ser reinas". (...)