Luna

Es curioso observar cómo el satélite que embelleció amoríos y prestó su pálida luz a incontable números de poemas, pierde día a día sus prestigios sentimentales a medida que gana valores como futura base de operaciones en la navegación cósmica. Rápidamente, el astro de la melancolía va adquiriendo un destino nuevo y más prosaico: el de servir de observatorio y punto de partida para exploraciones planetarias. Tal vez nuestros hijos ya no lo mirarán como el fanal idílico de sus noches de enamorados, sino como el sitio donde un hormiguero humano escruta los misterios de las estrellas y anuncia con extrema precisión el tiempo atmosférico del día siguiente.