Carta de un lobo.

Señor director:

Nosotros, lobos marinos del Océano Pacífico y compatriotas suyos de las mismas latitudes, deseamos protestar enérgicamente por las calumnias en contra nuestra divulgadas por un diario de Antofagasta del domingo pasado. En dicho periódico se nos acusa en los siguientes términos: "Medio millón de lobos marinos destruyen la tranquilidad de más de mil tocopollanos dedicados a la pesca artesanal".
Luego, la mentada crónica procede a relatar cómo sufren los pescadores porque hermanos quedan atrapados en sus redes o porque algunos lobos ancianos se comen las cojinovas ensartadas en sus espineles. Incluso dellega a decir en la información de marras que muestra presencia y existencia encarece los productos del mar, "deteriorando una ya alicaída economía local".
Para empezar, señor director, yo quisiera preguntarle ¿quién le destruye la tranquilidad a quién? ¿Nosotros a los pescadores o los pescadores a nosotros? Todos los animales, sean de tierra adentro o de mar afuera, somos socios del mismo planeta limitado, crecemos gracias al mismo sol y por millones de años hemos actuado juntos en este maravilloso espectáculo llamado vida. Nosotros también tenemos corazón y cabeza, hijos chicos y penas grandes, amoríos y desvaríos. Reímos a carcajadas y aplaudimos con las manos. ¿No se acuerdan que éramos una misma familia? Pero ustedes se fueron a tierra firme para hacer una civilización, mientras nosotros nos quedamos en el océano para seguir salvajes. Respetamos sus propósitos y por eso nunca hemos entrado a sus ciudades a cazar humanos para comerlos y no acostumbramos a matarnos ni a encarcelarnos entre nosotros. Somos salvajes, recuerde.
En cambio ustedes, además del daño que se hacen el uno al otro, todos los años nos persiguen y nos quitan el sustento con redes y arpones. Buques-fábrica nos asesinan para hacer pasta de marisco, y aviones de guerra han venido a practicar puntería disparando contra las loberías. ¿Por qué no tratamos de vivir en paz? Comprendemos las necesidades de los pescadores, pero nosotros también queremos vivir y ser felices. Y si se trata de culpar a bestias acuáticas de que la economía de que la "alicaída", le aseguro, señor director, que mayores perjuicios han provocado las pirañas.

Pablo Huneeus